A veces una mira sin ver y no descubre el gran compañero de vida que es un libro.
Hay libros de ciencias y de filosofía, de viajes y aventuras, novelas que se adentran en las distintas tramas de la vida humana.
Los hay de historia, libros religiosos y de poemas que expresan lo más profundo que tenemos adentro. También están los que te enseñan a cómo hacer algo, desde una rica comida pasando por la más variada gama de actividades que podamos imaginar.
Los libros te hacen soñar, pensar, aprender, conocer experiencias ajenas, te ayudan a reflexionar sobre cuáles son los mejores caminos para vivir una vida plena, sobre el mundo, sobre el hombre.
Muchos se pierden el encuentro con un libro porque alguna dolorosa o también injusta circunstancia los aleja de esa fuente vital. Otros porque tuvieron una mala relación alguna vez, como cuando en el colegio te dan lectura obligatoria y no te ayudan a encontrarte con el libro desde otro lugar. Es como una relación a la fuerza que tanto disgustaba a Borges y así queda ese como sentimiento fijo para después.
Otros porque aún no lo conocen y nadie les habla de el.
Antes en la antigüedad, la palabra oral era la forma de compartir la memoria de los pueblos, no se escribía. Era otra especie de libro, un “libro hablado”.
Las cosas fueron cambiando y con la invención de la imprenta se aceleró aún más.
Hoy, tenemos hasta los digitales. Muy útiles y prácticos pero que no tienen ese “encanto” de un libro que se toca y se deja sobre una mesa o en una biblioteca.
Si descubrimos un buen libro que bueno es compartirlo. Pero también que bueno compartir esa pasión de buena de leer. Un buen amigo es un tesoro, un buen libro tiene su semejanza y acá no existirán los límites del espacio ni del tiempo. Podremos tener amigos de la antigüedad, podremos encontrarnos con Aristóteles o Einstein como con el Principito, don Quijote o Sherlock Holmes.
Y me gustaría preguntarte: Amigo, ¿qué libro o libros te emocionaron, te inspiraron o fueron importantes en tu vida?