La caída del Muro

Hay hechos históricos, como el sucedido en noviembre de 1989, que tienen una alta significación y conmueven, no sólo por las razones de su origen, sino también por las consecuencias que produjeron.

Luego de la segunda guerra mundial, las naciones que vencieron al régimen nazi, se distribuyeron los territorios alemanes. De allí, el nacimiento de la República Federal Alemana, aliada a occidente y de la República Democrática Alemana, en la órbita soviética.

La ciudad de Berlín, si bien era parte del territorio del dominio soviético, fue dividida también. Es así que coexistía la Berlín occidental con la Berlín oriental.

La conocida Puerta del Brandemburgo era el límite más patente de esa realidad de una ciudad que había sido arrasada, pero que seguía en guerra; la llamada “guerra fría”, entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

En ese marco, el 13 de agosto de 1961, los habitantes de Berlín se despertaron para ser testigos de algo que empeoraría mucho más su realidad.

Movimientos de tanques y miles de soldados soviéticos cavando trincheras y colocando gruesos alambres de púa, separaron la ciudad en dos, impidiendo toda posibilidad de circulación entre ambas partes de Berlín.

El gobierno de la República Democrática Alemana (RDA) señaló que esto se hizo “para evitar actividades hostiles”. Así nació el famoso muro de Berlín.

Se calcula que, desde que se conformaron los dos Estados, habían migrado del “paraíso comunista» a la República Federal de Alemania, casi tres millones de personas. Ahora, con el muro, migrar ya no podrá ser una opción para los alemanes orientales. Un gobierno “encerraba” a su propio pueblo.

Gabriel García Márquez, ganador del premio Nobel de Literatura, adscripto al pensamiento de izquierda, y que se consideraba simpatizante del socialismo, escribió un breve libro, poco conocido, titulado “De viaje por Europa del Este” sobre el recorrido por esos países y Moscú.

Lo escribe a fines de la década del 50, en plena guerra fría. En ese tiempo, muchos intelectuales y escritores de occidente, como en su caso, miraban con cierta expectativa lo que ocurría al otro lado de la cortina de hierro. Lo que vio y experimentó fue muy distinto a lo que esperaba.

Sobre Alemania Oriental escribió: “un pueblo triste, el pueblo más triste que había visto jamás (…) era desconcertante (…) que en el mundo nuevo, en pleno centro de la revolución, todas las cosas parezcan anticuadas, revenidas, decrépitas…”

Con respecto a la vida de los trabajadores, advierte que: “Los obreros….no entienden por qué el gobierno les dice que el proletariado está en el poder y tiene que trabajar como burros para comprar un vestido que les cuesta el sueldo del mes…nadie trabaja con entusiasmo…los encargados del servicio se cruzan de brazos mientras los clientes esperan y no les importa que hagan cola toda la tarde de un domingo para tomarse una limonada….El derecho de huelga no existe porque el régimen es dogmático: dicen que es un disparate que estando el proletariado en el poder los proletarios hagan huelga para protestar contra sí mismos.”

Un pueblo enclaustrado, sin acceso a otra información que no fuera la del Estado: “Así como los aparatos de radio no tienen sino un solo botón, los periódicos-que son propiedad del Estado- tienen una sola onda: Pravda (el diario oficial del Partido Comunista)”.

Ese régimen político sustentado en la ideología marxista fue el que levantó el muro, al que las autoridades de la Alemania comunista denominaron “Muro de protección antifascista”

Finalmente, en noviembre de 1989, ese muro se derrumbó, fruto del peso de la tiranía de tal régimen y su desastre económico.

Las protestas masivas, demandando libertad política y civil, además de procesos de cambios en la misma Unión Soviética y diversos países de Europa del Este, desencadenaron el derrumbe del régimen socialista de Alemania oriental.

Unos pocos meses antes, en esas “elecciones” propias de los regímenes no democráticos, las autoridades habían sido elegidas por el 98% de los votos.

Todo era y fue una farsa, que generó enormes sufrimientos.

La última víctima asesinada por los guardias fronterizos de la RDA, por querer franquear el muro, en febrero de 1989, pocos meses antes de que se acabara esa pesadilla, fue un joven de sólo 20 años.

La historia nos interpela a reflexionar sobre el presente.

Debemos valorar lo que es vivir en una sociedad libre, en un Estado de Derecho.

Decía Vaclak Havel, escritor que fuera presidente de la república Checa: “La libertad no es un regalo, sino una tarea”, es entender que las libertades básicas y escenciales nunca están conquistadas para siempre

Cada generación, necesitará fortalecer su conciencia histórica y el pensamiento crítico para no volver a repetir los errores del pasado, y definir cuál es el muro a derrumbar, para hacer una comunidad más humana.

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